Nos conocimos una noche de invierno. A pesar de que entre los dos se interponían cables, fibras ópticas y varios kilómetros, esa noche, sólo estábamos él y yo.
Me hizo reír. Eso me sedujo. Hacía tiempo que no lo hacía y esa noche, tan separadamente juntos nos reímos a carcajadas. Y ésa, fue la primera de las miles de charlas que vendrían después.
Yo todavía tenía cicatrices sin curar. No recuerdo como empezó todo. Prometimos conocernos, pero con una condición, no tocarnos. Ni abrazos, ni besos en la mejilla. Nada de contacto físico. Si alguien rompía la regla, debía pagar una consecuencia (yo pedía un chocolate). Y así, entre humor y picardía comenzamos a estar juntos.
No sé cuándo. No sé cómo, todo empezó a cambiar. No sé en qué momento pasamos de una relación de “amigos” a una relación de “novios”. No hubo fecha de inicio. Desde esa noche de invierno, siempre estuvimos juntos. ¿O acaso un beso es condición necesaria para ser novios? ¿Qué es ser novio o novia? ¿Qué implica? No me gustan las etiquetas, aunque muchas veces peco de eso. Pero las evito, y las evite en un primer tiempo. Porque, en última instancia, éramos lo que éramos, dos almas encontrándose y abrazándose a la vida Juntos.
Él es inteligente. Eso me seduce. Él no es nada simpático. Y sí, lo admito, eso también me sedujo. Juntos éramos el equilibrio, el punto medio.
Él es tenaz y testarudo. Sabe lo que quiere, tiene sus objetivos claros. Yo vivo en las nubes, de tanto que sueño y sueño que mis metas se convierten en utopías que terminan esfumándose…Éramos, juntos, el equilibrio.
Él es decidido. Yo indecisa. El es ordenado. Yo desordenada. Él me perseguía por toda la casa mostrándome las cosas que me olvidaba al pasar. Yo le enseñe que dejar la ropa dormir en la alfombra, mientras nuestros cuerpos se desvelaban en la cama era más divertido.
Él es persuasivo. Logró que después de cenar lave las vajillas, las seque y las guarde en su lugar. Yo por mi parte, aprendí a levantar las monedas cuando se caen al piso (sólo si están de cara).
A él le gusta el café apenas, muy apenas cortado. A mí me gusta el café batido.
Él cena milanesas de carne, yo de pollo. A él le gusta el agua tibia de la ducha, yo en cambio la prefiero muy caliente (incluso en verano).
Él usa bata, yo prefiero quedarme al natural.
Él duerme con dos almohadas. Yo prefiero que sus brazos me acobijen.
Él tiene constancia. Yo soy dubitativa por demás.
Él me enseñó a no ser tan nena caprichosa. Yo intenté que aprendiera a poner en palabras lo que su corazón gritaba (en esto fallé).
Con él deje de tener miedo a entregar el corazón. No se lo dije, pero de a poquito empecé a sentir eso que algunos llaman "estar enamorados". No se lo dije, y creo que ese fue un error. No decir. Callar, por miedo, por dudas, por inseguridad.
Y entre tantas diferencias, entre tantos polos y entre cada uno querer tirar las riendas para su lado, nos olvidamos de que las diferencias eran parte de mantener el equilibrio.
Ahora algo por dentro agoniza. Algo muere, lento. Se quema, se desintegra y tengo miedo.
Pensé que estaríamos simplemente juntos. Pensé que seriamos felices y que no tendríamos límites en el amor. El dolor hoy me abruma.Quiero romper estos recuerdos, hacerme una lobotomía, y que simplemente desaparezcan.
"Y no penséis dirigir el curso del amor,
porque el amor, si os halla dignos, dirigirá él vuestros corazones".
(Khalil Gibrán, El profeta).
Cuánta angustia...
ResponderEliminarEs un proceso... ya sé: todos te decimos lo mismo, pero claramente es un proceso con marchas y contramarchas
Suerte