Páginas

1 nov 2010

Sobre los amigos...

En la escuela, a la hora del recreo, hace más o menos 20 años atrás, bajo la sombra del Ibirapitá:
- hola como te llamas?
- Sofía
- Yo me llamo Diana...queres que seamos amigas?

Un diálogo corto, inocente pero conciso. De ahí en más, no nos separamos por los seis años de la primaria. Diana se convirtió en mi mejor amiga de la escuela.

En el liceo (secundario/colegio/prepa, etc), a la salida de un examen parcial, más o menos a los 14 años:

- Hola...vos tuviste recién el examen de historia?
- Siii (con voz de agotamiento, pero sonriendo porque ya había pasado)
- Ah y como estuvo? que les pregunto? yo lo tengo ahora...

Esas fueron más o menos, las primeras palabras que intercambie con Taly. Mi mejor amiga en la secundaria. Al año siguiente de ese escueto diálogo nos encontramos en el mismo curso. Con Taly viví las mejores experiencias de mi adolescencia. Y a pesar de la distancia que nos separa (que no es mucha, pero es una distancia al fin) seguimos siendo de esas amigas que aunque pasan meses que no se ven, cuando están juntas es como si nunca se hubieran separado.

Me fui de mi casa a los 18 años. Cruce el charco, deje mi familia, mi adolescencia y comencé una nueva etapa en Entre Ríos. Los cinco años que viví en esa provincia me marcaron para toda la vida. Allí conocí personas que valen oro, se los puedo asegurar. Con sus errores, sus defectos y virtudes. Muchas veces dije que mis amigos son como mi familia. Los puedo contar. Sí, lo admito, no tengo un millón de amigos. Pero tengo amigos que valen más que un millón.
Incluso después de mi mudanza a Buenos Aires, sigo manteniendo contacto con ellos. Algunos se fueron también a otros lugares al terminar sus carreras. Otros se casaron, formaron sus familias. Pero con todos, mantengo un contacto y nos seguimos riendo de las mismas cosas que hace unos años.

Vivir en Buenos Aires me costo eso. Me costo mis amistades. El primer año, fue lo que más extrañe. Estar una tarde en el balcón de mi casa, con el ruido capitalino que me abrazaba y sin poder cruzar la calle y encontrarme con mis amigos me dolía.

Los llamaba por teléfono, les escribía mails días por medio. Ellos me pedían que vuelva. Yo lloraba, porque me sentía sola.

Y vuelvo al principio. Es difícil, cuando uno se va haciendo adulto (que feo que suena eso), hacer amistades. Bue...no se si difícil. Pero admitamos que no es lo mismo. Hoy en día nadie se presenta: "Hola soy fulano, queres que seamos amigos?".

Siempre tuve más facilidad para hacerme amigos del sexo opuesto. Pero ahora, cada vez que me acerco a alguien del sexo opuesto, tiene una lectura un poco distorsionada de mi simpatía y amabilidad.
Como dicen por ahí "somos amigos pero igual te doy", parece que se convirtió en una regla de la generación de los 20´ y 30´. Y no estoy delirando, tengo pruebas de personas re copadas que conocí, de esas que da gusto sentarse a charlar o compartir una salida. Pero que tuve que desistir, justamente por eso. Por no tener una misma mirada. Yo quería amistad, ellos querían....bueno... cualquier cosa menos amistad. Lamentablemente (para mi) tengo contados con los dedos de la mano los amigos (del sexo opuesto) que pude hacerme en Buenos Aires. Son dos, y uno de ellos no cuenta. El que si cuenta es un vecino. La relación que mantenemos es más bien de saludos por msn y algún que otro llamado por teléfono. Y al que deberíamos descartar es a mi ex (que en próximos posteos voy a explicar porque lo considero amigo).

Bueno. A que voy con todo esto? A muchas cosas. Por un lado, plantearme eso, de cómo cambia la forma en que vamos conociendo a las personas. Del lugar que le damos a la palabra Amigo. Y de cómo, pareciera que eso de sentarse en el banco de una plaza a hablar boludeces y reírse de la vida y proyectar utopías es "cosa de adolescentes" y las vamos dejando de hacer.
Ufa! Cómo extraño las noches de estudio con mi amiga Clau. O las tardes en las que me sentaba en la terraza con mi amiga Lore y filosofábamos sobre la vida y el futuro!
Cabe aclarar, para que no digan que soy una amargada que no tengo amigos. Que si bien hable de la frustración de las amistades masculinas acá en Buenos Aires, igual si tengo amigas. La mayoría de la facu. Por ejemplo mi amiga K, de la que hable varias veces en otros post.

Y para terminar mi idea, porque en realidad es algo que estuve pensando a la tarde y decidí escribirlo para ver si se me aclaran un poco. Gracias a mis amigos blogueros. A los que escriben en privado, a los que dejan un comentario en las entradas. Porque lo que escribo acá, es lo que me pasa. Es lo que soy. Si alguien lo lee, me esta escuchando. Y tener un oído al lado, es una de las cosas que mas valoro. Y también gracias por abrirse (a través de sus blogs), por darme consejos, y por hacerme reír.




Y un adolescente, dijo: Háblanos de la amistad.
Y él respondió, diciendo:  ...cuando vuestro amigo se calla, vuestro corazón continúa escuchando a su corazón. Porque en la amistad, todos los deseos, ideas y esperanzas, nacen y son compartidas sin palabras, en una alegría silenciosa. Cuando os separéis de vuestro amigo, no os aflijáis. Pues lo que amáis en él,
puede tornarse más claro en su ausencia, como para el alpinista aparece la montaña más clara, vista desde la planicie. Y que lo mejor de vosotros mismos sea para vuestro amigo. Si él debe conocer el flujo de vuestra marea, que conozca también su reflujo. Pues, ¿qué será de vuestro amigo si sólo le buscáis para matar el tiempo? Buscadle siempre para las horas vivas. Pues el papel del amigo es el de henchir vuestras necesidades, y no vuestro vacío.Y en la dulzura de la amistad, que haya risa y compartir de placeres. Pues en el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su amanecer y halla su frescor. (Khalil Gibrán, El profeta).





2 comentarios:

A vos te paso algo parecido? Hacé catarsis conmigo, no te calles nada.
"Lo que no decimos no muere, nos mata"