Cuando llegué al "refugio" hace unos años, Pepa recién se había mudado. Se fue a vivir a provincia y le dejo de regalo el departamento a un sobrino y este me lo alquiló.
La vi en dos oportunidades. Es una mujer muy dulce. 96 años, cabellos blancos brillantes y la mirada más tierna que haya visto.
Recuerdo que sus lentes todavía estaban sobre la mesa y su bastón apoyado sobre una esquina de la sala el día en que me instalé.
Los roperos todavía conservan algunos de sus vestidos de época. Hermosos. Cargados de historias vividas y disfrutadas. Detalles dignos de otro post.
De Pepa herede las plantas del balcón.
Y aca tengo que admitir: Soy un desatre para cuidar de la vida de otro.
Tengo dos episodios en mi historial, que la verdad, da verguenza contarlos. Pero para que se hagan una idea de lo desastre que soy se los resumo brevemente:
1- Vivía en Entre Ríos. En el trayecto hacia mi trabajo pasaba por un vivero. Siempre andaba a la vuelta el jardinero, con su carretilla con plantines listos para plantar. Un día, mientras conversábamos, le pedi que me regale una. Me regalo dos plantitas que no estoy segura de su nombre, creo que en ese momento les decía “conejitos” por la forma peculiar de las flores. Eran plantitas “bebes”, y cuando crecieron un poco, y florecieron las pude distinguir por sus colores: rosado y rojo. Elizabeth e Isabel. Esos eran sus nombres. Todos los días hablaba con ellas. Y claro, todos los días, si TODOS los días las regaba... Después entendi, una cosa es alimentarlas y otra ocasionarles atracones. Y bue...asi fue como murieron Eli e Isa....Las recuerdo con mucho cariño QEPD...
2- Esto es más dramático. Aviso por si el lector o la lectora son fáciles de impresionar. Era verano, receso de clases. Una de mis amigas tenía pecesitos y me pidió que se los cuidara por tres meses (el verano). Yo encantada de la vida. Era una nueva oportunidad para demostrar que en el fondo se esconde una buena madre en potencia [?]. Los cuidaba muchísimo. Eran como diez miniaturas que se movian de un lado a otro. Conseguí incluso en esos meses domesticarlos y enseñarles cuándo era la hora de comer y cuándo era la hora de hacer terapia (conmigo ja).
Les daba tanto amor, que los contagie y entre ellos se daban muucho amor. Tanto que nacieron bebitos. Miniaturitas hermosas. Mi amiga volvió. Eran muchos, demasiados. Así que empezó la repartija y a darlos en adopción y así fue como llegaron unos cinco a mis manos. Imagínense. Yo los vi nacer! Los vi crecer, eran mis hijitos. No les ponía nombre porque eran muuuy iguales, y nunca pude distinguir cual era Julio, Roco, Lola o Cata. Imposible. Además el amor hizo su trabajito y en poco tiempo se multiplicaron por montones. Un episodio dramatico fue con mi amiga Clau. Cuando los bebitos nacen, tenia que separarlos. Porque sino, los muy turros de los adultos se los morfaban sin piedad. Así que cortaba una botellita de plástico por la mitad y el vasito que me quedaba lo usaba de pecera provisoria. El tema es que la muy coqueta de Clau, mientras se maquillaba volco uno de los vacitos y se fue sin darse cuenta. Dejando los pecesitos dispersos sobre la mesa, al lado de la ventana. Cuando me desperte a media mañana, con los ojos achinados pude percibir la catastrofe..Para hacerla corta, de esta vez solo hubo una perdida. Una sola, que dolio pero bueno..pudo ser peor. Pero lo fue un dia en que yo y mi ignorancia decidimos bañar a los susodichos. Si señores, como leyeron: BA-ÑAR-LOS. Y bueno...es que el agua estaba muy fea. Era viernes y limpie bien la pecera, las piedritas de colores y se me ocurrio ponerlos en el colador y bajo la canilla darles un toke de agua limpia. Claro, que no me percate de que algunos eran más chiquitos que los agujeritos del colador...Ahora ellos deben estar quien sabe donde...pero alto viaje se pegaron por las cañerías!...
En fin...todo esto para explicar lo desastre que soy en el papel de madre. Y como dije. De Pepa herede las plantas del balcón. Despues de tres años decidí hacer un acto de presencia. Me animé y hoy, con lluvias esporadicas de por medio las mime, les cambie la tierra, las trasplante y quedaron como nuevas. Espero que mio abandono por tanto tiempo no les haya creado un trauma y puedan volver a disfrutar, sobre todo ahora, que el solcito primaveral las acaricia.
Ahora. A todo esto. Increíble lo bien que se siente uno sabiendo que esta salvando la vida de otra persona (en este caso de las plantas), no?. Bueno, sí, por ahí "salvar" suena exagerado. Pero...muchas veces vivimos ensimismados en nuestros kilombos diarios y no miramos al que pasa al lado. Por ejemplo, en esta semana me cruce en dos momentos distintos y en lugares distintos a dos personas llorando. Una iba apurada, mirando hacia abajo. La otra sentada en un portal de un edificio, abrazando sus piernas...
Ayer le decía a Alci cuánto extrañaba algunas cosas que antes hacía. Como un programa radial solidario para niños, o viajes a pueblitos de provincia con actividades comunitarias. O tan simple como sentarme con mis amigos y abrazarlos.
Como alguien dijo por ahí: a nadie le duele la cabeza cuando consuela a otro...
Bueno, me mató lo de bañar a los peces. En Paraguay cuando alguien está muy al pedo se le dice (en guaraní)"terehona ejahu pira mba´e"
ResponderEliminarQue quiere decir "andá bañá pescados"... mirá que obediente sos! jajaja
Jajaja... los peces no se bañan! Alcanza con lavarles la pecera y ponerles agua limpita y oxigenada. (aireada, no con agua oxigenada, eh?)
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